Se puede decir que la viruela ha diezmado a la
población en muchas partes del mundo desde que tenemos evidencias hacia el
siglo V antes de Cristo. Su introducción durante la colonización de las
Américas fue la mayor causa de mortandad en la población indígena. Finalmente a
través de un programa de vacunación masivo se consiguió erradicar dicha
enfermedad. Fue en 1980 cuando la OMS decretó la erradicación de la viruela,
que se puede considerar como uno de los mayores hitos de la historia de nuestra
civilización, al ser la primera enfermedad infecciosa que el ser humano ha
conseguido eliminar en nuestro planeta.
La viruela es una enfermedad infecciosa que se
adquiere por contacto directo y por vías respiratorias, provocando lesiones
típicas de ulceración en la piel entre los días 17 a 32 referidas como mácula,
pápula, vesícula, pústula, y costra, afectando a la cara, extremidades y
tronco. La palabra viruela viene del latín cuyo significado es “manchado”, por
los abultamientos que aparecen en la piel. La mortalidad va en función del
grado de extensión de la infección, siendo muy alta (30-40%) cuando hay
diseminación generalizada en distintos órganos. ¿Pero quién la causa? La
identificación del agente causal de la enfermedad, el virus de la viruela, no
fue hasta comienzos del siglo 20 mediante métodos de microscopía electrónica.
Estudios posteriores sobre éste virus demuestran que pertenece a la familia de Poxvirus,
género Orthopoxvirus, siendo uno de los más representativos de dicha
familia y mejor caracterizados el virus Vaccinia, que en el Centro Nacional de
Biotecnología del CSIC hemos definido su ultraestructura, con la mayor
resolución obtenida hasta el momento. Nos demuestra que el virus tiene unos 360
x 270 x 250 nanómetros de tamaño, cubierto por una membrana lipídica en cuyo
interior (nucleoide) se encuentra una molécula de ADN que lleva la información
genética capaz de codificar por unas 200 distintas proteínas. Son estas
proteínas las que confieren el poder replicativo del virus y capacidad
destructiva de la célula infectada.
La viruela era una plaga
infecciosa muy temida que azotaba fundamentalmente a Europa y América, y para
la que no había tratamiento ni
forma de prevenirla. Estaba causada por el Variola virus, aunque en aquella
época no se sabía.
El nombre de
viruela proviene del latín "varius" (de variado o
variopinto), y se refiere a los abultamientos que aparecen en la cara y en el
cuerpo de una persona infectada. La
infección provocaba gran mortandad y los supervivientes quedaban
marcados de por vida.
Edward Jenner observó que las vacas padecían una enfermedad llamada Vaccina o viruela de las vacas, que produce erupciones en las ubres
semejantes a las que produce la viruela humana.
En ocasiones, contagiaban la enfermedad a las lecheras,
en las que aparecían pústulas en las manos. Por fortuna, era una dolencia de
carácter benigno y los afectados no tardaban en recuperarse con muy pocas
secuelas.
Pero lo que
verdaderamente llamó la atención de Jenner fue que estas personas se volvían inmunes contra la viruela humana.
Experimentos con la
vacuna
Edward Jenner decidió probar ese conocimiento empírico y tuvo la idea de inocular a una persona sana con la viruela de
las vacas para conferirle inmunidad frente a la terrible enfermedad.
El 14 de mayo de 1796
extrajo pus de una pústula de la mano de Sarah Nelmes, una ordeñadora que había
contraído la viruela de su vaca lechera, y lo inoculó a un saludable niño de 8
años llamado James Phipps.
El pequeño desarrolló una leve enfermedad entre
el 7º y el 9º día. Se formó una vesícula en los puntos de inoculación, que
desapareció sin la menor complicación. El 1 de julio, inoculó al niño con la
temida viruela, pero no enfermó.
Jenner envió un informe a
la Royal Society de Londres, que lo rechazó. En 1798 publicó a sus
expensas el libro “Investigación acerca de las causas y efectos de la viruela
vacuna” y comenzó una campaña en pro de su “vacuna”, que fue muy discutida.
Los científicos de la
época, e incluso la Asociación Médica de Londres, se opusieron al tratamiento de Jenner y, en muchas ocasiones
realizaron críticas violentas e injuriosas. Incluso desde los púlpitos se predicaba que la vacuna era una acción
anticristiana.
Finalmente, su vacunación
acabó imponiéndose, aunque hoy en día sus
métodos de experimentación serían inaceptables por contravenir los
principios de la ética médica.
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