La tuberculosis es una enfermedad
causada por Mycobacterium tuberculosis, una bacteria que casi siempre
afecta a los pulmones. Es curable y prevenible.
La tuberculosis se transmite de
persona a persona a través del aire. Cuando un enfermo de tuberculosis pulmonar
tose, estornuda o escupe, expulsa bacilos tuberculosos al aire. Basta con que
una persona inhale unos pocos bacilos para quedar infectada.
Se calcula que una tercera parte de la
población mundial tiene tuberculosis latente; es decir, esas personas están
infectadas por el bacilo pero (aún) no han enfermado ni pueden transmitir la
infección.
Las personas infectadas con el bacilo
tuberculoso tienen a lo largo de la vida un riesgo de enfermar de tuberculosis
de un 10%. Sin embargo, este riesgo es mucho mayor para las personas cuyo
sistema inmunitario está dañado, como ocurre en casos de infección por el VIH,
malnutrición o diabetes, o en quienes consumen tabaco.
Cuando la forma activa de la
enfermedad se presenta, los síntomas (tos, fiebre, sudores nocturnos, pérdida
de peso, etcétera) pueden ser leves durante muchos meses. Como resultado de
ello, en ocasiones los pacientes tardan en buscar atención médica y transmiten
la bacteria a otras personas. A lo largo de un año, un enfermo tuberculoso
puede infectar a unas 10 a 15 personas por contacto estrecho. Si no reciben el tratamiento
adecuado, hasta dos terceras partes de los enfermos tuberculosos mueren.
Desde el año 2000, se han salvado más
de 49 millones de vidas gracias al diagnóstico y el tratamiento efectivos. La
forma activa de la enfermedad que es sensible a los antibióticos se trata
administrando durante seis meses una combinación estándar de cuatro
medicamentos antimicrobianos, junto con la facilitación de información,
supervisión y apoyo al paciente por un trabajador sanitario o un voluntario
capacitado. La gran mayoría de los enfermos tuberculosos pueden curarse a
condición de que los medicamentos se suministren y se tomen correctamente.
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